Cuando me acerco a tus paisajes
de verdes montañas y brumas tramposas,
de mares bravíos y rías calmadas,
paisajes de charcos y caminos mojados,
paisajes de eucaliptos, boinas y carros.
Cuando me acerco a tus paisajes
de fugaces sonidos ya antiguos,
del silbido del aire a los montes peinando,
o el sonido de la noche viva en el bosque,
o la lluvia insistente a la ventana llamando.
Cuando me acerco a tus paisajes
puedo respirar aromas distintos,
aromas de abuelos, de madres y tíos,
aromas de una infancia casi olvidada,
aromas, en fin, de pan y tierra mojada.
Cuando me acerco a tus paisajes
siento que esta tierra me atrapa
con sus hórreos, campos y playas,
con sus atardeceres y sus borrascas,
con sus pescadores, sus arados y sus casa.
Cuando me acerco a ti, Galicia,
siento que mi alma se escapa
hacia acantilados eternos,
hacia aldeas insospechadas.
Hacia un Dios, que si existe,
debe tener aquí su morada.